jueves, 6 de junio de 2019

Las horas perdidas


El recurso más importante y valioso en la vida de cualquier persona no está en las cosas materiales como el dinero, las posesiones o situaciones sociales, es su tiempo. Del uso inteligente de éste dependerá todo lo demás. Administrarlo con sabiduría nos permitirá formar buenas relaciones, adquirir mayores talentos, desarrollar nuestras mejores capacidades y dedicarlo a acciones que generen ilusión, paz y satisfacción, siendo muy útil para mejorar nuestra existencia.

El empleo que damos a esas horas de cada día es lo que en verdad  distingue las vidas de abundantes logros, plenitud y felicidad, de aquellas otras llenas de frustración, miedos y fracasos. ¿Estamos dedicando nuestras horas a mejorar nuestra vida y la sociedad? De ello va a depender nuestro resultado final.

El tiempo es uno de los elementos más valiosos de nuestras vidas porque introduce un principio y un final en ellas. Es tan importante o irrelevante como la transcendencia que cada uno le quiera dar, dependiendo de la conciencia que tengamos sobre las realidades de la vida. Disponemos de él a nuestro libre albedrío, pero esta libertad que tenemos no siempre está bien orientada ni bien manifestada. Poder aprovecharlo bien o no es una elección que solo depende de nosotros. 

¿Cómo lo estamos empleando? Esta es una pregunta más difícil de contestar de lo que imaginamos en primera instancia. Pensemos detenidamente antes de manifestarnos y, con toda seguridad, lo que empezamos pensando difiera mucho de lo que terminemos expresando. Seamos nobles y sinceros con nosotros mismos porque estas dos cualidades son fundamentales para nuestro desarrollo y nuestro futuro.

El “pude hacer más”, “me hubiera gustado”, “debí actuar de otra forma”, “si hubiera hecho aquello...” ya es pasado, y como si de una partida amañada se tratara, no se admite modificación alguna. Lo que sucedió ya no se puede cambiar porque nunca hay vuelta atrás. Por eso es tan importante el tiempo. porque va imprimiendo nuestra vida segundo a segundo, con renglones que siempre permanecerán tan derechos o torcidos como cada uno de nosotros los haya escrito. Podemos y debemos aprender a mejorar nuestra actuación para escribir mejor, pero siempre será desde el presente hacia el futuro,  nunca hacia el pasado porque éste ya no podrá reescribirse.

Con nuestro nacimiento comienza la cuenta atrás, debiendo tener claro que el libro de nuestra vida siempre trae escrito en la última página una fecha de caducidad, con la advertencia de que nunca sabemos si ésta va a ser más o menos larga. Perder el tiempo es dilapidar nuestra vida porque el “tic, tac” del reloj biológico resuena en silencio sin parar nunca, acercándonos cada vez más a nuestro capítulo final. ¿Cuánto nos queda a partir de este momento? 

Vivir inconscientemente, sin unos objetivos claros, aún con sus modificaciones temporales habituales de desarrollo personal, puede estar significando una falta de aprovechamiento de nuestro tiempo. La parte positiva es que podemos cambiar esto siempre que verdaderamente lo deseemos y queramos; la negativa es que solemos dedicar muy poco de ese tiempo a meditar sobre el uso que estamos haciendo de él. ¿Merece la pena malgastarlo en enfrentamientos y discusiones, en el sufrimiento de los conflictos o la oscuridad de la ignorancia, que tanto nos perjudican?

Las horas perdidas en la inactividad de la comodidad ante la necesidad, en vez de a la acción benéfica; en actos poco edificantes o mal empleadas en la maledicencia; la huida ante responsabilidades de cualquier tipo; las dedicadas a aspectos negativos, en vez de a nuestras cualidades positivas, ya están gastadas y no se pueden recuperar.  Podremos dedicar otras a las mejoras de nuestra vida y ser útiles al bien común,  pero las que perdimos estarán extraviadas para siempre. 

  La dedicación, cuanto más plena sea, más se desarrolla sobre sí misma y más útil es. Cuanto mayor sea nuestra consciencia de todas nuestras responsabilidades y necesidades en el trabajo, la familia, la sociedad, etcétera, mejor podremos dedicarnos y desarrollarnos en todas las facetas de nuestra actuación, lo que terminará dando como resultado una mejor calidad de vida.

Se trata de meditar sobre todas esas oportunidades perdidas, en todos esos momentos en que no estamos a la altura de las circunstancias, en que podríamos haber hecho y no hicimos, en que podemos hacer y no hacemos, en que podremos hacer y no haremos…. Si lo hacemos bien, tal vez saquemos conclusiones muy provechosas.

Habitualmente las horas que dedicamos a nuestras preferencias van más dirigidas hacia comportamientos que no renuevan ni fortalecen nuestra vida, ni nuestras relaciones porque alimentan la pasividad ante el televisor, el ordenador o el teléfono móvil, lo cual no es perjudicial en sí, pero sí lo es nuestra actitud y predisposición ante ello.

Llegado el momento de partir lo haremos sin nada material, tan solo  con las adquisiciones de nuestra personalidad y de las obras realizadas. Por eso es tan importante despertar con tiempo suficiente para nuestra realización personal, teniendo en cuenta que tomar conciencia y dedicarnos a ello también lleva su tiempo. Mejor empezar ya que dejarlo para ese mañana que nunca termina de llegar.

Siempre es un buen momento para una buena acción o un pensamiento positivo que nos revitalice, para sentirnos felices y vivir con intensidad todo lo que hacemos. Cuando nos ganan los pensamientos egoístas y tristes les estamos quitando el tiempo a los sentimientos positivos y altruistas. Los primeros sumen nuestra vida en la desdicha mientras los segundos la elevan a la plenitud y la felicidad. ¡Nosotros decidimos a qué parte dedicamos nuestro tiempo.

Antonio Gómez Sánchez 



“Las personas corrientes buscan cómo pasar el tiempo, las personas de talento cómo utilizarlo” Arthur Schopenhauer, filósofo alemán.

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